Trípoli, 4 de mayo de 1973
Estimado Doctor Hudstone:
Actualmente me encuentro en Trípoli y me satisface comunicarle que he progresado notablemente en mi proyecto.
He pasado algo más de dos semanas en el desierto del Sáhara con una tribu nómada, los Albeb. Su joven jefe Hattime, un muchacho de 16 años me cónto la sorprendente historia de su familia, que yo transcribo tal y como la escuché de sus labios:
"1904, Ibitssam la abuela de Hattime es jefa de tribu. Todo marcha bien para la tribu. Todo marcha bien para la tribu de los Albeb que costa de 20 componentes. Una calurosa mañana, Ibitssam cogía la nutritiva raíz del Oraq, que la tribu consumia a menudo. Mientras se afanaba en desarraigar un Oraq especialmente grande, un brillo llamó su atención unos metros más allá.
Dejando planta tal y como estaba, apartó apenas dos puñados de arena mostrando así una linda alhaja de plata con una amatista morada. Sin estar muy segura de lo que hacía, Ibitssam tomó la joya y se la colgó al cuello.Tras un momento de ansiosa expecativa vio con alivio que no pasaba nada.
Desde ese día cada vez que la tribu corre peligro, una tormenta de arena, un animal salvaje..., la alhaja recupera el brillo que tenía el día que fue encontrada por Ibitssam y los protege: bien alejado al animal salvaje, bien haciendo aparecer entre ellos un escudo invisible les protege de la tormenta de arena..."
Al terminar su relato, Hattime sacó de entre sus ropas la alhaja que los protege: es tan magnífica como me la había imaginado.
Junto con esta carta le envío varias diapositivas tomadas en el desierto.
Mañana tomo un tren hacia Suez. Le mantendré informado.
Un saludo de socio y amigo,
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