Algunos dicen que las vecinas suelen ser buena persona,
pero yo os demostraré que no es así, que son pesadas y pelmas. Para contároslo
tengo que empezar desde la semana
pasada.
Todo comenzó así: estaba en el balcón cuando la vecina
también salió. Lo primero que me dijo fue:
-¿Que tal cariño?
-Yo muy bien ¿y usted?
-Yo genial. Hoy me voy a la playa ¿quieres venir?
-Me encantaría pero, no gracias.
En ese justo momento salió mi madre, y dijo:
-¿Que no quieres hija mía?
La vecina contesto:
-No quiere venir con migo a la playa.
-Si que iras, y yo también iré.
-Nos vemos en el portal a las 11:00.
En ese momento me sentí traicionado. Era una tortura irse
con la vecina a la playa. Llegaron las 11:00y bajamos al portal. Cojimos el
autobús, estaba llena de jubilados. Nos dijo la vecina:
-Se me olvido deciroslo pero es una excursión de
jubilados.
Me imaginé una pobre vieja, la piel arrugada, los ojos
pequeños y con un bastón. Ojalá me hubieseis visto como me imaginé. Enseguida
llegamos y yo me lancé al agua sin pensarlo dos veces. Nadé y nadé, pero a la
hora de comer tubé que salir. La vecina preparo para comer morcilla y chuleta.
Yo solo comí un trozo de morcilla. Mi madre me dijo:
-Tienes que esperar 2 horas para hacer la digestión.
-Si mama.
Entonces me tumbé en la toalla. Media hora después me
dijo la vecina:
-¿Quieres venir con nosotros al bar de ahí arriba?
-Vale.
Cuando llegamos al bar nos sentamos en una mesa. La
vecina pidió caldo, se me hizo muy raro ¿después de comer caldo? En cambio mi
madre pidió café. A la tarde de nuevo me metí al agua. Se me pasó la tarde
volando, además en el agua. A las 20:00 de la tarde nos fuimos hacia casa, pero
esta vez no en un autobús lleno de jubilados. Al llegar a la puerta de la casa,
la vecina me besó en la mejilla, me la dejó empapada, ¡que asco!
Y así fue mi día, y con esto os quiero decir: ¡cuidado
con las vecinas!
Maddi
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